Familias Gays Salen a la Luz

LOS PADRES DE IGUAL sexo intentan salir de las sombras y llevar una vida normal. ¿Serán ellos (y sus hijos) aceptados?

POR: BARBABA KANTROWITZ

En la niñez de Claire hubo momentos que parecieron exigir un poco de inventiva. Como cuando la visitaban sus amigos. ¿Cómo podía explicar ella la presencia de Dorothy, la mujer que se mudó a su casa después que se fue su padre? En ocasiones, Claire decía que Dorothy era el ama de llaves; en otras, que era una “tía”. Claire ocultaba las portadas de libros con títulos como “Historias de amor lesbiano”. Más de 10 años después, la madre de Claire, Lee, recuerda cómo observaba, calladamente, a su hija frente al estante de libros. Fue, dice ella, “sumamente doloroso para mí”. Todavía ahora, Lee y Claire —de 24 años y quien recientemente contrajo matrimonio— desean que sólo se las identifique por sus segundos nombres, porque les preocupa lo que puedan pensar sus colegas en el trabajo.

A cientos de kilómetros de distancia, una niña de 5 años, llamada Lily, vive en una casa atestada de juguetes con sus mamás Abby Rubenfeld, de 43 años, abogada de Nashville, y Debra Alberts, de 38, consejera sobre drogadicción y alcoholismo, que dejó el trabajo para quedarse en casa. Rubenfeld y Alberts no creen en la necesidad de ocultar su relación. Estamos, después de todo, en la década de los años 90, cuando compañías como IBM ofrecen a las parejas homosexuales (o “gay' un término del inglés —debe pronunciarse “guey” — que hoy se ha extendido al español) los mismos beneficios que a esposos y esposas, y parejas famosas como Melissa Etheridge y Julia Cypher se enorgullecen anunciando su esperada maternidad (ver entrevista).

Lily fue concebida de una forma muy propia de los tiempos; su padre, Jun Hough, es un abogado gay de Nueva York que en una oportunidad trabajó como asistente de Rubenfeld y siempre había deseado tener hijos. Voló a Nashville y el trío evaluó su estado general de salud, su condición de VIH (negativo) y la logística. Decidieron que Rubenfeld sería quien portaría a la criatura, porque Alberts es diabética y la preñez podría ser peligrosa. Todos firmaron un contrato, especificando que Hough no tiene obligaciones financieras o legales. Después, Rubenfeld precisó la fecha en que ella estaría ovulando y Hough viajó de nuevo para donar su esperma, de manera que Alberts pudiese inseminarla artificialmente en su hogar. Nueve meses después, nació Lily.

En la reciente encuesta de NEWSWEEK, el 57% de los adultos entrevistados dijo pensar que los gays pueden ser tan buenos padres como los heterosexuales; sólo el 31% opinó lo contrario.

Dos hijas, dos familias en extremo distintas. Una perseguida por sus secretos, la otra empeñada en la transparencia. En los últimos años, las familias encabezadas por padres gay han salido de las sombras y se han internado en la vida normal. Los investigadores creen que la cantidad de familias homosexuales aumenta paulatinamente, aunque nadie sabe con exactitud cuántas hay. Los cálculos van desde seis hasta 14 millones de niños con por lo menos un padre gay.

Pero la transparencia no es siempre sinónimo de aceptación. A muchos estadounidenses todavía les incomoda fuertemente la idea de padres gay, ya sea por objeciones religiosas, porque en verdad se preocupan por el bienestar de los niños o por una actitud generalizada en contra de los homosexuales. En una encuesta reciente de NEWSWEEK, casi la mitad de los entrevistados consideró que a los gays no debería permitírseles las adopciones, aunque el 57' por ciento dijo pensar que los gay pueden ser tan buenos padres como los heterosexuales. Pese a la tolerancia de grandes compañías como IBM, la mayoría de parejas gay no recibe beneficios de salud conyugales. El Congreso estadounidense aprobó hace poco una ley que el presidente Bill Clinton promulgó— que permite a los estados vedar los matrimonios entre parejas del mismo sexo. Sólo 13 estados permiten, de manera especifica, la adopción por lesbianas u homosexuales solteros, según el Fondo Lambda para la Defensa Legal y la Educación, un grupo que ahoga por los derechos de los gay. Aun así, lo habitual es que sólo uno de los integrantes de la pareja sea el padre oficial, dejando al otro en un limbo legal. Los tribunales han permitido las adopciones por un segundo padre (tanto gay como heterosexual) en algunos de esos estados, aunque la ley es todavía muy imprecisa.

Enfrentar los prejuicios de otras personas es una especie de ritual para los niños de familias gay. Merle, de 14 años, vive al norte de Boston con su madre, Molly, y la pareja de ella, Laura. A lo largo de los años ha aprendido a desentenderse de los insultos -gay, marimacho- por parte de chicos conocedores de que su madre es lesbiana y que presumen, por lo tanto, que ella también lo es (que no es el caso, hasta donde ella sabe).

Los gay manifiestan la esperanza de que su honradez con el mundo exterior resultará en un incremento de la tolerancia, de la misma manera en que ser padres los hace sentirse más vinculados a sus comunidades. “Es una especie de admisión a los clubes de Mami y Papi de Estados Unidos”, dice Jennifer Firestone, una madre lesbiana y educadora para familias gay en Boston. Tener un hijo puede también contribuir a enmendar la tirantez en las relaciones familiares; a las madres y los padres que pudieron haber dado una vez la espalda a sus hijos o hijas gay, a menudo se les hace emocionalmente imposible desconocer a sus nietos.

Sin embargo, las perspectivas para los niños en esta nueva generación de familias gay son inciertas. Sólo unos cuantos han llegado a la edad escolar, de manera que no hay estudios a largo plazo disponibles sobre cuáles son los efectos de crecer en una familia tal. Los investigadores sí cuentan con ciertos datos sobre niños que crecieron más o menos en la misma fecha en que Claire vivía con Lee y Dorothy en Chicago. La mayoría nació de una madre y un padre que luego se separaron. Si los niños eran pequeños, por lo general terminaron viviendo con la madre, como es el caso de la mayoría de niños de parejas divorciadas. A menudo, la presión era intensa. Los niños se preocupaban por la pérdida de sus amistades, mientras que a las madres las inquietaba la posibilidad de perder la custodia si alguien se enteraba de su orientación sexual. Y no obstante esos problemas, lo usual era que se tratase de familias con mucha cohesión emocional. En un amplio sumario de estudios sobre paternidad gay, de 1992, la psicóloga Charlotte Patterson, de la Universidad de Virginia, concluyó que los niños estaban tan bien ajustados (psicológica y pedagógicamente) como aquellos producto de uniones heterosexuales.

La nueva generación de padres homosexuales es mucho más diversa y será mucho más difícil de analizar. A menudo, cuando se deciden a empezar una familia son parte ya de una pareja estable. Entre esas parejas figuran lesbianas que conciben mediante inseminación artificial; padres gay que adoptan, contratan a madres substitutas o se asocian con amigas lesbianas para compartir las tareas familiares y la forma más tradicional -al menos en este contexto- de padres que comenzaron en uniones heterosexuales. Lo habitual es que traten de asentarse en una comunidad relativamente liberal dentro de una gran área urbana, como Boston, Chicago o Los Angeles, donde sus niños podrán mezclarse con los de todo tipo de familias.

Hace una década, cuando por lo general los padres gay ocultaban su orientación sexual, era raro que los tópicos sobre las diferencias surgieran en las escuelas, Pero ahora, los padres homosexuales afirman que tratan de ser francos desde el primer día de clases. Marilyn Morales de 34 años, y su pareja, Angela Díaz de 37, viven en el Distrito Noroeste de Chicago con su hijo, Christopher de 6, y su hija de 4 meses, Alejandra, ambos concebidos mediante inseminación artificial. Matricular a Christopher en la escuela resultó ser un proceso educativo para todos. En vista de que Morales parecía ser una madre soltera, una funcionaria escolar preguntó si la familia recibía asistencia pública. Cuando Morales explicó la situación, el bochorno de la mujer fue claro. “La gente no sabe cómo reaccionar”, dice Díaz. Cuando Christopher jugó su primer partido de fútbol, Días tuvo que llenar un formulario donde había que anotar el “nombre del padre”. Ella tachó el término y escribió “Marilyn Morales”. Tanto Morales como Díaz creen que Christopher es ahora más aceptado.

Brian y Bernie son una pareja del área de Boston que pidió no ser identificada por sus apellidos, en vista de que están en proceso de finalizar los trámites para la adopción de dos niños, de l2 y 6 años. Hace unos años, Brian temía reunirse con el jefe del grupo de Niños Exploradores del mayor de los dos niños, porque el hombre había intentado impedir un curso sobre educación sexual en las escuelas. Pero su hijo, Ryan, tenía grandes deseos de unirse a los Exploradores y Brian consideró que necesitaba decirle al hombre que los padres del chico eran gay. Al final, todo resultó mejor de lo que Brian había esperado. “La gente se plantea desafíos a sí misma y madura”, dice Brian.

Hoy, el 36% piensa que las parejas gay deberían tener derecho de adoptar, en comparación con el 29% en 1994; hoy, el 47% se opone a esa idea, cifra inferior al 65% de hace dos años.

Aun en esta década relativamente más tolerante, los padres gay “siempre se sienten amenazados”, dice April Martin, una terapeuta para familias de Nueva York que es también una madre lesbiana y la autora de “The Lesbian and Gay Parenting Handbook” (Manual paterno /materno para lesbianas y homosexuales). “¿Cómo puede uno sentirse seguro cuando sigue siendo legal que alguien destroce a tu familia?”, pregunta. A los padres les persiguen casos legales de amplia publicidad, como el dictamen emitido en 1995 por la Corte Suprema Estatal de Virginia, de que Sharon Bottoms era inadecuada para sus deberes maternos por ser lesbiana; tuvo que entregar la custodia de su hijo de 5 años, Tyler, a su madre. En Florida (1996) el tribunal estatal de apelaciones dictaminó que John Ward, convicto de asesinar a su primera esposa en 1974, era más adecuado para las tareas paternas que su ex esposa, Mary, una lesbiana.

Catherine Harris, de 41 años, administradora universitaria de Boston, conoce bien el dolor de esas batallas legales. Hace 10 años estaba casada y era la madre de una niña, Tayler. Entonces, se enamoró de Paula Vincent, ahora de 38, una partera. Durante el divorcio, el esposo de Harris disputó la custodia de Tayler y los padres de Harris, que desaprobaban su nueva identificación como lesbiana, declararon en su contra. Su ex esposo ganó el caso.

Las relaciones de Harris con sus padres y su ex esposo siguen siendo escabrosas, pero ella y Vincent han iniciado una nueva familia propia, que incluye a Sora, de 7 años, y sus hermanas gemelas, Kaelyn y Manilla, de 22 meses. Sora sólo conoce a su padre biológico como “el donante”. La niña ha visto el frasco donde estaba su esperma y sabe que Vincent, su madre natural, y Harris lo escogieron porque, “de acuerdo con el cuestionario que llenó en el banco de semen”, era bien educado, espiritual y optimista. “De verdad que no quiero un padre”, dice Sora. “Me encanta tener dos mamás”.

Pero hasta en las situaciones más inocentes pueden surgir problemas. Wayne Steinman y Sal Iacullo no comprendían con toda certeza la fragilidad del terreno que pisaban hasta el fin de semana de un Día del Trabajo, hace unos años, cuando condujeron hasta Disney World, en Florida, desde Nueva York. Cuando pasaban por Virginia, Steinman iba al volante; Iacullo estaba en el asiento trasero con su hija adoptiva, Hope, ahora de 9 años. Ambos notaron que una camioneta los seguía a corta distancia y que, cuando salieron de la autopista para almorzar, su conductor los siguió. Justo cuando se disponían a pagar la cuenta, dos patrulleros estatales se les aproximaron y empezaron a interrogarlos. El conductor de la camioneta los había llamado porque sospechaba que habían secuestrado a la niña. Steinman y Iacullo fueron capaces de convencer a los patrulleros de que eran, en efecto, los padres de Hope. “A partir de entonces, llevamos los documentos de la adopción en nuestros bolsillos”, dice Iacullo.

Dejando de lado los legalismos, a los padres homosexuales -así como a quienes desaprueban las familias gay- les preocupan los temas relativos al desarrollo emocional de sus niños. La mayoría de padres del mismo sexo dice que hacen un esfuerzo especial para garantizar que sus hijos aprendan a relacionarse con adultos del sexo opuesto. Su situación no es muy distinta de aquella por la que atraviesan los padres solteros heterosexuales y la solución es, con frecuencia, la misma: persuadir a las tías, tíos o abuelos a ser parte de las vidas de sus niños.

Los psicólogos dicen que el mejor momento para decirle a los niños que su familia es diferente es o bien durante la infancia o en la adolescencia avanzada. Los prepúberes -desde más o menos los 11 hasta los 15 años- son especialmente vulnerables, porque ellos mismos están batallando con sus propios problemas de identidad sexual. George Kuhlman y su ex esposa compartían la custodia de su hija, Annie, quien tenía 13 años cuando el matrimonio se disolvió, a principios de la década pasada. Pero aunque Annie hablaba con su padre prácticamente cada día de su vida, él nunca le dijo que era gay. “Varios de mis amigos y hasta miembros de mi familia opinaban que podría haber algún perjuicio psicológico real y algún enojo si yo no hacía la revelación”, dice Kuhlman, ahora de 49 años y asesor de temas éticos para el Colegio de Abogados de Estados Unidos en Chicago. “Esa era la bestia que me acogotaba”. Pero nunca parecía darse el momento oportuno.

Un día, cuando Annie era estudiante universitaria de primer año, él llamó para despedirse poco antes de unas va­caciones en el Caribe con un amigo. “Ella sólo dijo “Papi, yo sé. Lo he sabido desde hace mucho. Pensé que tú y Tom disfrutarían más el viaje si sabes que lo sé y que te quiero”. Prácticamente me deshice en pedazos”. Annie, ahora de 24 años, dice que está feliz de haber sabido sobre su padre cuando ya era adulta. Su sexualidad no es ahora un tema, agrega. “Cuando tienes un padre dedicado, importa menos”.

Y, al fin de cuentas, es la calidad familiar -no el estilo de vida de los padres- lo que más importa a los niños. La orientación sexual, por si sola, no hace de una persona un buen o mal padre. En Maplewood, Nueva Jersey, Charlie y Marc están criando a su hija adoptiva de 17 meses. En la Navidad, Olivia desempeñó un papel estelar en la presentación navideña de su iglesia. “Tenias ahí a esta pequeñita china de dos padres gay en el papel del Niño Jesús”, dice Charlie. Agrega Marc: “Le da un sentido totalmente nuevo a la palabra Maria”.

Con KAREN SPRINGEN en Chicago, CLAUDIA KALB en Boston, MARC PEYSER en Nueva York, MARK MILLER en Los Angeles y DANIEL GLIK en Denver.

Crecer con Dos Madres

Lo escondí, pero ahora estoy orgullosa de mi familia.

POR: MEGAN MCGUIRE

Cuando estaba creciendo, los términos “marica” y “afeminado” o “marimacho” estaban en todas partes, a pesar de que vivíamos en una comunidad relativamente tolerante como Cambndge, Massachusetts. Incluso los utilizaba yo misma para insultar a alguien que no me gustara. Si uno era un marica o una marimacho, uno era un paría. Todo eso cambió cuando cumplí los 12 años. Mi madre tenía una amiga, Barb, quien comenzó a quedarse por las noches pese a que vivía a sólo unos minutos de distancia. Una noche cuando Barb no estaba allí, le pregunté a mi madre, “¿Eres homosexual?” Sólo puedo recordar el “sí” y el llanto. Todo lo que podía pensar era que ella no podía ser homosexual. No era justo. Ella era una de “esas” personas.

Siempre había pensado que mi familia era normal. Cuando cumplí los 5 años, mi madre y mi padre ya no vivían juntos. Mi hermano y yo compartíamos nuestro tiempo entre los dos. Mi padre se volvió a casar, y mi madre frecuentaba otros hombres. Asumimos que nuestros padres eran heterosexuales.

El caso era que no tenía mas una familia típica. Los años posteriores a que mi madre declarara su orientación sexual fueron muy difíciles para mí y mi hermano. Acabábamos de mudamos desde Washington. Teníamos que comenzar de nuevo y al mismo tiempo, teníamos que mentir sobre nuestra madre. En la escuela quería ser bien recibida, de manera que me reía de los chistes sobre homosexuales. No estaba lista a hablar de mi familia porque yo misma no estaba dispuesta a abordar el tema.

La secundaria fue la peor época. Pertenecía a toda clase de clubes, pero temía que todo lo que había ganado socialmente desapareciera si alguien descubría que mientras los demás regresaban a una cena normal con mamá y papá, yo volvía a casa con dos madres. Ni mi hermano ni yo permitíamos que mamá y Barb caminaran juntas ni que se sentasen una al lado de la otra en un restaurante. No invitábamos a nadie a que pasara la noche en nuestra casa; si llegaban amigas, escondíamos la literatura homosexual y los retratos de familia. Vivimos así durante tres años, hasta que nos mudamos a una casa con un apartamento en el sótano. Dijimos a nuestros amigos que Barb vivía allí. En realidad era una habitación para huéspedes. Irónicamente, nuestra vida familiar era en verdad igual a la de una familia convencional. Teníamos reuniones de familia, peleas, viajes y cenas. Mi hermano y yo llegamos a aceptar a Barb como una figura materna. Había cosas que ella no podía recibir de nosotros como las recibía nuestra madre. Pero ella ayudó al mantenimiento de la familia mientras mi madre obtenía su doctorado en salud pública.

Con la ayuda de un gran consejero y amigo que tenía la actitud de “no es algo tan importante y además ya lo sabía”, comencé a sentirme más cómoda con mi familia de dos madres. El año pasado, en mi último año de secundaria, decidí hablar en el Día Nacional de la Revelación sobre la homosexualidad de nuestro colegio. Sentados en primera fila estaban mi mejor amiga, mi madre, mi hermano y mi consejero Al. Ese día fue el mejor. Ya no tenía que seguir riéndome de los chistes ni guardar un secreto. Esperaba estar abriendo un camino para otros como yo: un hijo o hija con un padre o madre homosexual, asustado y sintiéndose solo. Después de mi discurso perdí algunos amigos y la gente hacía comentaríos que herían. Pero eso tan sólo me hizo más fuerte. Lo más difícil es lidiar c ontra la ignorancia de las otras personas, no la parte familiar. Es como en cualquiera otra familia.

MCGUIRE (18 años) es alumna de 1° año en la Universidad de Milis, en Oakland, California .

 

Somos una familia y tenemos derechos

LA ESTRELLA DE ROCK MELLISA ETHERIDGE

Estuvo en un foro de conversación en America Online, en agosto, promoviendo su último álbum, “Your Little Secret” (Tu pequeño secreto), cuando permitió que todos se enterasen del suyo. Un secreto que no lo era tanto. Ella y su amante de largo tiempo, Julie Cypher, iban a tener un bebé, que debe nacer en enero.

Cuando Etheridge divulgó que era lesbiana, en enero de 1993, ella y k..d. lang eran las artistas más célebres que habían revelado sus preferencias sexuales. El siguiente álbum producido por Etheridge, ocho meses después de su revelación, apropiadamente se tituló “Yes, I Am” (Sí, lo soy). Su muscular estilo musical hizo que los críticos la llamaran la Springsteen femenina, el álbum vendió 5 millones de copias, tuvo tres temas entre los 10 más escuchados, y le aseguró un lugar entre las grandes del rock and roll.

La cantante y Cypher (una directora de vídeo y cine, quien estaba casada con el actor Lou Diamond Phillips cuando conoció a Etheridge) quieren criar a su bebé en la mayor intimidad posible. Por ello han declinado comentar sobre cómo fue concebido. Pero también están convencidas de que las familias homosexuales merecen la aprobación general. Por ello, se sentaron hace poco en una entrevista exclusiva con Mark Miller de NEWSWEEK, para hablar de su deseo de tener una familia, del embarazo de Cypher, y del rumor de que su buen amigo Brad Pitt es el padre.

Newsweek: ¿Cuánto tiempo han estado juntas?

Ambas: Ocho años.

Etheridge: Bueno, no tenemos cosas parecidas a un aniversario.

Cypher: Tenemos varios.

Etheridge: [risas] Es difícil porque no tenemos aniversarios [de matrimonio] tradicionales. Uno trata de hacer los suyos propios; así que celebramos el día en que nos conocimos.

¿Qué fue ...?

Etheridge: En agosto, el veinti [mirando a Cypher] ... tres. Cypher: sí, acertó.

¿En todo ese tiempo hablaron de tener hijos?

Cypher: Sí, sí. Ambas siempre quisimos tener hijos.

Etheridge: Yo siempre quise hijos. Sabía que con mi carrera sería difícil. Nunca pensé que seria difícil por ser lesbiana...

Cypher: Yo también siempre he estado más segura de que quería dar a luz a mis hijos, mientras que Melissa estaba segura de que quería tenerlos.

¿Por qué es eso, Melissa?

No lo sé. Nunca hemos analizado eso largamente. Pienso que ha sido porque siempre he estado en esta montaña rusa de mi carrera, como para pensar en dedicar nueve meses y obviamente más de mi cuerpo a algo que podría ser un serio freno a mi carrera.

Ustedes dicen que no quieren hablar de la manera en que el bebé f ue concebido, pero se rumorea que el padre es Brad Pltt. ¿Hay algo de cierto en ello? [Las d o s se rie n estrepitosamente.]

Etheridge: Lo llamamos y le dijimos “felicitaciones, Brad, ¡vas a ser papá!” Todo lo que una puede hacer es reírse de ello. Pero absolutamente no es Brad.

¿Encontraron difícil arreglar el proceso de quedar en cinta?

Etheridge: Somos muy afortunadas y dichosas y estamos muy conscientes de que existen muchas parejas que quieren tener hijos y no están en buena posición económica... Y que existen muchos aspectos legales que tenemos que enfrentar como homosexuales para proteger a nuestro bebé.

¿De modo que usted, Mellssa, va a adoptar al bebé después del nacimiento?

Etheridge: Sí.

¿Han pensado en cómo quieren que las llame el bebé a cada una de ustedes?

Etheridge: Sí, lo hemos pensado. Y una vez más tenemos que crear nuestra propia [nomenclatura]. Y eso va muy profundo: ella es la madre que lo engendró, pero también yo soy la madre. Aún no hemos llegado a una respuesta.

¿Conocen el sexo del bebé?

Cypher: Creemos que es una niña.

¿Y el nombre?

Cypher: Austin. Hombre o mujer va a ser Austin.

¿Cuál de los apellidos llevará el bebé?

Cypher: Queremos cambiar nuestros apellidos de manera que los tres tengamos el mismo. Vamos a hacer una combinación de los dos. Obviamente conservaremos nuestros nombres profesionales.

Etheridge: Algo que diga que somos una familia.

¿Es Importante para ustedes tener la impresión de que son una familia convencional?

Cypher: Bueno, Haremos todo lo que se pueda para hacer que parezca lo que debe ser como una familia de verdad y eso es algo.

¿Es importante poder casarse en un sentido convencional?

Etheridge: Si ellos no quieren que yo me “case,” si eso es lo que “les” molesta, no hay problema. Pero yo creo que como ciudadana estadounidense, cumplidora de la ley, pagadora de impuestos, de enormes impuestos, deberían permitírseme los mismos derechos, la misma búsqueda de la felicidad de la que goza cualquier otro ciudadano.

Cypher: Una asociación estaría bien.

Etheridge: No importa como quieran llamarla. Mientras tengamos los mismos beneficios legales y protección para mí y para mi familia, mi familia. Eso es todo.

¿Cuántos hijos piensan tener?

Cypher: Un montón.

Etheridge: Podemos considerar tres o cuatro o cinco.

¿Será su turno la próxima vez?

Etheridge: Eso depende de mi cuerpo. Tal vez.

¿Cómo reaccionaron sus familias?

Etheridge: Estupendamente.

Cypher: Muy bien. Mi padre está en este momento construyendo una cuna para nosotras. Mi madre está tejiendo la mantilla. Nos han apoyado mucho.

¿Han tenido alguna reacción negativa?

Etheridge: En absoluto.

¿Les preocupa la discriminación o las burlas de otros niños en la escuela o algo parecido?

Etheridge: Estoy viendo a los niños, y tengo muchas esperanzas y me siento muy inspirada por esos niños que pueden entender completamente el concepto de amor.

Cypher: Y homosexual.

Algunas personas van a preguntar “¿Qué hay acerca del papel del padre?” ¿No es una parte importante en la educación de un niño?

Cypher: Tendremos figuras masculinas. Y tendrán dos madres las 24 horas del día. ¿Qué más pueden necesitar?

Etheridge: Ellos no vivirán en un...

Cypher: [riéndose] ... vacío de mujeres?

Etheridge: Esa no es nuestra vida.

Cypher: Además, ¡tenemos a mano a papi, quiero decir a Brad Pitt!