Los heterosexuales acusan a los homosexuales de ser promiscuos, y los homosexuales se preguntan si existe la fidelidad. Según el evolucionismo, la biología y el libre albedrío nos dejan libres ambos caminos.

Artículo publicado en The Stranger

http://www.trinity.edu/rnadeau/fys/barash%20on%20monogamy.htm

bajado en agosto 2009. Traducción R.F.

 

DESINFLANDO EL MITO DE LA MONOGAMIA
David P. Barash

El etólogo y ganador del premio Nobel Konrad Lorenz solía recomendar que cada científico descartara por lo menos una idea con la que estuviera encariñado antes del desayuno. Es un consejo excelente (aunque Lorenz no era conocido por desprenderse de muchas de sus propias y apreciadas ideas). De cualquier modo, la buena ciencia no requiere en realidad que sus practicantes intencionalmente den la espalda a lo que creen que es verdad, o a lo que devotamente desean que fuera verdad. El tinte del tiempo y la acumulación de nuevos descubrimientos generalmente alcanzan ese logro: si esperamos lo suficiente, el mundo tiene el hábito de hacer picadillo de nuestras ideas más fuertemente sostenidas. Lo único que se necesita es mantenerse abierto a la evidencia.

El caso a estudiar: la idea ampliamente defendida de que ciertos animales (notablemente la gran mayoría de las especies de pájaros) son monógamos. Segundo caso a estudiar: la creencia de que las hembras de la mayoría de las especies, incluyendo la nuestra, tienden fuertemente hacia la fidelidad sexual, en contraste con los machos, de los que se sabe que tienen predilección por la variedad sexual, si no por la promiscuidad.

Desde hace largo tiempo los biólogos han comprendido que la monogamia as rara en los mamíferos. De alrededor de 4,000 especies mamíferas, solamente un puñado han sido llamadas monógamas alguna vez. La diminuta lista incluye castores y un par de otros roedores, búhos, murciélagos, ciertos zorros, unos pocos mamíferos con pezuñas y algunos primates, notablemente los gibones y los tamarines y marmosetas del Nuevo Mundo tropical. Por contraste, durante largo tiempo los pájaros han sido los niños del retrato de la fidelidad monógama. Una cifra común, primero informada por el gran ornitólogo David Lack en los años sesenta, ha sido el que 92 por ciento de las 9,700 especies de pájaros eran monógamos. Imagínense un petirrojo hembra y uno macho arquetípicos, colaborando en la construcción del nido y después turnándose abnegadamente para incubar los huevos y alimentar a la progenie.

La idea ha incluso penetrado en la cultura popular. En la película Heartburn, un relato apenas disfrazado de ficción hecho por Nora Ephrom sobre su casamiento con Carl Bernstein, el personaje principal se queja a su padre, quien le responde:  "¿Quieres monogamia? ¡Cásate con un cisne!" Ahora estamos aprendiendo que tampoco los cisnes son monógamos.

En realidad, el mito de la monogamia no desapareció de la noche a la mañana. El zumbido del rumor de su desinflamiento comenzó hace varias décadas. Un estudio ahora famoso, por ejemplo, buscó determinar si la vasectomía era un medio posible de controlar la población entre mirlos de alas rojas. Para su sorpresa, los investigadores descubrieron que los mirlos hembras, apareadas con machos vasectomizados, sin embargo estaban poniendo huevos que se empollaban! Había evidentemente algún zafarrancho en marcha en el mundo de los mirlos.

Y no solamente los mirlos. Al llegar los ochenta, los estudios que empleaban análisis de tipos de sangre así como análisis de proteínas eran investigadores líderes para cuestionar si la monogamia social y la monogamia sexual eran necesariamente sinónimas. Después llegó la identificación de ADN en los noventa, y hubo una verdadera avalancha de nuevos descubrimientos. Una y otra vez se reveló que 20, 10 y a veces incluso 40% de los polluelos del nido no eran descendencia del padre social. La madre aparente, por otra parte, generalmente es lo que ella parece ser, reforzando el adagio “Madre hay una sola, padre quién sabe” ["Mommy's babies, Daddy's maybes."]

Informes de copulación extra parejas (de aquí en adelante, CEPs) en animales de los que antes se pensaba que eran monógamos han llegado por centenas durante la última década. Cada vez más, las revistas de biología han ostentado artículos con títulos como "Correlatos comportamentales, demográficos y ambientales de Fertilizaciones Extra Pareja en Mirlos Orientales," "Cópulas Extra-Pareja en el Sistema de Apareamiento del ibis blanco," "Paternidad Extra-Pareja en el Cormorán, determinada por Identificación de ADN," "Evidencia Genética de Progenitorado Múltiple en Martín Pescadores del Este," "Paternidad Extra-Pareja en el Chickadee de Capa Negra," "Copulaciones Extra-Pareja en la Golondrina," y Patrones de fertilizaciones Extra-Pareja en Tordos." Hemos incluso visto estos informes oximorónicos: "Promiscuidad en Pájaros Coloniales Monógamos" y "Paternidad Extra-Pareja en Golondrinas arbóreas"

La situación ha llegado a un punto donde un fracaso en encontrar CEPs en especies ostensiblemente monógamas (esto as, casos en los que las especies monógamas realmente resulta que son monógamas) as algo en sí digno de ser informado, lo que conduce a relatos tranquilizadores tales como "La identificación de ADN Revela una Baja Incidencia de Fertilizaciones Extra Pareja en el Kestrel Menor" o "Evidencia Genética de Monogamia en el Pájaro Carpintero de Cresta Roja que Cría Cooperativamente."

Ni los mamíferos han quedado exentos de esto. Por ejemplo, desde hace mucho se pensaba que los gibones eran monógamos por toda la vida. Ya no. Lo mismo vale para esencialmente cualquier especie que ha sido investigada con algo de profundidad.

SURGE LA PREGUNTA: ¿Por qué la fidelidad sexual as tan escasa, incluso en animales que son socialmente monógamos? Para la mayoría de los biólogos evolucionistas, la verdadera pregunta es: ¿Por qué las hembras socialmente apareadas tienen CEPs? Nunca ha habido mucha duda sobre por qué lo hacen los machos. Los machos producen esperma, que son extraordinariamente pequeños, y se producen en cantidades asombrosamente grandes, y no requieren un seguimiento biológicamente mandado para que la reproducción sea un éxito. Como resultado, la táctica óptima de los machos es típicamente ser estimulados fácilmente, no ser terriblemente discriminantes en cuanto a parejas sexuales, y en general estar deseosos (a decir verdad, ansiosos) de fertilizar cuantos huevos les sea posible.

Como lo señaló por primera vez el sociobiólogo Robert Trivers en 1972, y como lo ha mostrado subsiguientemente la investigación teórica y empirica, los machos tienden a seguir una "estrategia reproductiva mixta," por la cual establecen una parejas con una hembra designada(y quizás ayudan en la construcción del nido, la defensa territorial, el cuidado de los jóvenes y demás, a medida que esas actividades aumentan su éxito reproductivo) a la vez que se muestran disponibles para CEPs con otras hembras, a las que no ayudarán.

Por supuesto, de los machos se puede esperar que sean al menos mínimamente discriminantes, porque puede haber costos asociados con demasiada galantería sexual: Un Lotario descuidado puede, por ejemplo, ser atacado por un "marido" insultado. O, mientras está buscando sus propias CEPs, a un aventurero le pueden poner los cuernos otros machos que tienen intenciones similares con su pareja, a la cual ha dejado inevitablemente sin guardia.

Pero poniendo todo en la balanza, parece probable que la ganancia de que los machos se involucren en CEPs exitosas sería grande. Esto es especialmente cierto en especies donde los machos hacen algo de cuidado de progenie, porque el vagabundo exitoso de este modo usa la energía de otros machos para criar a su progenie.

Por otra parte, cuando nos fijamos en las hembras la ventaja evolucionaria de las CEPs as mucho menos clara. Después de todo, aunque los huevos son menos y más costosos de producir que el esperma, la mayoría de los huevos son ferilizados mientras la mayoría del esperma se desperdicia. (La evolución ha hecho machos que producen muchísimo esperma justamente por esta razón.)

Si una hembra ya tiene una pareja que le fertilice los huevos, ¿qué gana con una CEP? En especies donde el macho ayuda a cuidar a los jóvenes, la hembra infiel podría arriesgar perder la ayuda de su pareja. Sin embargo, el ADN es inequívoco; las hembras animales, en especie detrás de especial, son aventureras sexuales por derecho propio. ¿Por qué?

Parece que no hay una respuesta única que responda a todo y todos. En algunos aspectos, notablemente lagartos e insectos, parece haber una ganancia al acrecentar la diversidad de la propia progenie al copular con parejas múltiples. Para algunos pájaros puede haber un beneficio inmediato, tal como que el amante termine alimentándolo. En muchos casos, la ganancia parece ser más indirecta, vía beneficios genéticos que acrecienten la progenie "fuera-del-vínculo conyugal". Al aparearse con machos que son especialmente aptos y/o que poseen caracteres sexuales secundarios que son particularmente atractivos para otras hembras, las madres a futuro aparentemente pueden aumentar la aptitud así como el eventual atractivo sexual de su progenie. (Entre las golondrinas de granero, por ejemplo, una cola en forma de horquilla profunda as un rasgo deseable del macho. Las hembras apareadas con machos cuyas colas no son especialmente impresionantes en este aspecto tienen propensión a aparearse a escondidas con los machos vecinos a los que los investigadores les han hecho colas más en forma de horquilla.)

La antropóloga Sarah Hrdy ha sugerido que entre los primates en particular, las hembras buscan CEPs para ganarse un tipo de tolerancia de sus parejas sexuales extra-pareja Machos de muchas especies (incluyendo langures, chimpancés, y ciertos macacos) a menudo matan a la progenie que no han engendrado. Al copular con machos de fuera de la tropa, las hembras pueden estarlos sobornando para que eviten esa violencia hacia progenie que podría ser la de ellos.

Próxima parada, Homo sapiens. A los conservadores den la sociedad les gusta señalar lo que ellos ven como amenazas para los "valores familiares." Pero no tienen ni la más leve idea de lo grande que as la amenaza real, ni de dónde viene. La monogamia está definitivamente siendo asediada, no por el gobierno, la moral declinante o alguna vasta conspiración homosexual, sino por nuestra propia biología evolucionaria. Los infantes tienen su infancia. ¿Y los adultos? Su adulterio.

Para comenzar, probablemente nunca ocupamos un paraíso edénico de fidelidad uno-a-uno. La evidencia es lo que sigue: primero, los hombres son significativamente más grandes que las hembras, patrón consistentemente encontrado entre las especies políginas. Desde los ciervos a las focas y de allí a los primates, el sexo que cuida el harén as el más grande, porque la competencia entre cuidadores de harén premia a los que son más grandes y más musculosos. Segundo, alrededor del mundo los hombres son más violentos que las mujeres (véase Evidencia No. 1; le vale muy poco para adquirir una gran cantidad de parejas a un macho ser físicamente intimidatorio, a no ser que también sea propenso a usar de su fuerza). Tercero, las muchachas llegan a ser sexualmente maduras antes que los chicos, otro signo que delata la poliginia, porque la intensa competencia entre los cuidadores de harén hace que una ganancia evolucionaria para el sexo "cuidador" demore la maduración hasta que los individuos son grandes, fuertes y posiblemente suficientemente astutos para tener alguna probabilidad de éxito. Y cuarto, antes de la homogeneización cultural que vino con el colonialismo occidental, más de tres cuartas partes de todas las sociedades humanas eran políginas.

Pero una cosa as sacar como conclusión que nuestra biología favorece la poliginia, y otra muy distinta decidir que la mayoría de la gente la mayoría del tiempo son o bien guardias o miembros de harenes. La probabilidad es que solamente unos pocos tengan éxito en la poliginia, exactamente como una pequeña proporción de hembras fueron elegidas (o se ejerció coerción sobre ellas). La gran mayoría de las personas, de ambos sexos, sin duda practicaron la monogamia, al menos su variedad social. En cuanto a la monogamia sexual, la situación as oscura pero, dada la alta frecuencia de CEPTS entre animales ostensiblemente monógamos, es difícil no sospechas algo similar en el Homo sapiens. Ciertamente, los intensos cellos sexuales y la competitividad entre los seres humanos sugieren fuertemente que el adulterio tiene una larga historia en nuestra especia. (¿Por qué nuestra biología nos habría dado tanta sobrecalificación con tales rasgos si la fidelidad total fuera la regla?) En este aspecto, además, los testículos tienen algo que decir.

Los gorilas, a pesar de sus grandes cuerpos, tienen testículos comparativamente diminutos. Los de los chimpancés, por contraste, son inmensos. La razón de la diferencia parece clara: los machos gorilas compiten con sus cuerpos, no con su esperma. Una vez que un macho dominante de espalda plateada ha alcanzado el control de un harén de hembras, tiene bastante bien garantizado que será el único macho que copule con ellas. En contraste, los chimpancés experimentan un todos contra todos sexual, con muchos machos diferentes a menudo copulando en sucesión con la misma hembra adulta. Como resultado, los chimpancés machos compiten con su esperma, y han evolucionado grandes testículos para producir grandes cantidades de él. En la mayoría de las especies, la ratio del tamaño del testículo con el tamaño del cuerpo es un buen predictor de cuántas parejas sexuales un animal tiene probabilidad de tener.

 

¿Qué lugar de la escala ocupan, entonces, los seres humanos a este respecto? Los testículos del Homo sapiens son, hablando en términos relativos, más grandes que los de los gorilas pero más pequeños que los del chimpancé campeón. ¿Cuál as la interpretación más probable? Que los seres humanos están menos seguros del monopolio sexual que los gorilas, pero que no son tan promiscuos como los chimpancés. Otra manera de decirlo: estamos (de algún modo) preparados biológicamente para formar parejas, pero al mismo tiempo el adulterio no as un extraño en nuestro pasado evolutivo.

Dado lo mucho que hemos estado aprendiendo sobre apareamientos extra parejas entre animales, y considerando la actual disponibilidad del testimonio de AND, as notable qué raramente los tests de paternidad genética se han llevado a cabo en seres humanos. Por otra parte, considerando el potencial inflamatorio de los resultados, así como, quizás, una hesitación en abrir una caja de Pandora como ésta, lo reacio que es el Homo Sapiens a hacer tests de paternidad puede ser en verdad sapiente. Incluso antes de la identificacación de ADN, los estudios de grupo sanguíneo en Inglaterra encontraron que el padre presunto de un niño es el padre real alrededor del 94 por ciento de las veces; eso significa que en seis de cada cien casos el padre es otra persona. In response to surveys, 25 to 50 percent of American men report having had at least one episode of extramarital sex. The numbers for women are perhaps a bit lower, but in the same ballpark.

Muchas personas ya saben bastante (probablemente más de lo que quisieran) sobre los efectos disruptivos del sexo extramarital. No sería sorprendente si no estuvieran informados sobre su posible consecuencia genética, paternidad extramarital. Quizás la ignorancia es una bendición.

El poeta Ezra Pound observó cierta vez (de un modo algo autoelogioso) que los artistas son las "antenas de la raza." Hace largo tiempo que esas antenas están girando en derredor de los affaire extramaritales. Si la literatura es algún tipo de reflexión sobre los temas humanos, la infidelidad ha sido uno de los intereses más persuasivos de la humanidad, mucho antes de que los biólogos tuviesen algo que decirlo al respecto. La primera gran obra de la literatura occidental, la Ilíada de Homero, relata las consecuencias del adulterio de Helena. Y en la Odisea nos enteramos del retorno de Ulises de la Guerra troyana, y después mata a un virtual ejército de pretendientes, cada uno de los cuales estaba intentando seducir a su fiel esposa, Penélope. (Por contraste, incidentalmente, Ulises mismo había jugueteado amorosamente con la hechicera Circe, pero no fue considerado adúltero como resultado. El doble estándar es antiguo y por definición injusto; sin embargo también parece estar firmemente enraizado en la biología.)

Los fracasos de la monogamia están registrados en muchas grandes obras literarias:  Anna Karenina de Tolstoy, Madame Bovary de Flaubert, El Amante de Lady Chatterley de Lawrence, La Letra Escarlata de Hawthorne, The Golden Bowl de Henry James. Más  recientemente, las novelas de casamiento de John Updike (para no mencionar decenas de telenovelas y películas) describen una sucesión de affairs. Y después está el pequeño asunto de la vida real.

Como lo observó una vez G. K. Chesterton en relación con la Cristiandad, el ideal de monogamia no as que haya sido puesto en práctica mucho y que resultó ser insatisfactorio; en lugar de ello, ha sido encontrado difícil y se lo dejó sin intentar ponerlo a prueba. O al menos, no se lo puso a prueba por mucho tiempo.

No hay que ni preguntar si la monogamia as natural. No lo es. Pero al mismo tiempo, no hay razón para sacar la conclusión de que el adulterio es inevitable, o que es bueno. "La viruela as natural," escribió Ogden Nash. "Las vacunas no." Lo más probable as que los animales no puedan evitar “hacer lo que les viene naturalmente”. Pero los humanos pueden. Incluso se podría armar una Buena argumentación por la cual nunca somos más humanos que cuando nos comportamos en contra de algunas inclinaciones naturales, las que están más en sintonía con nuestros impulsos naturales.

En Civilización y sus Descontentos, Freud argumentó que la civilización se funda sobre la represión de los instintos. Parece claro ahora que uno de esos instintos nos aparta de la monogamia. Por otra parte, elegir seguirlo es cosa nuestra.

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David P. Barash es profesor de sicología en la Universidad de Washington. Su libro más reciente, escrito con su esposa siquiatra, es The Myth of Monogamy: Fidelity and Infidelity in Animals and People, publicado en 2001 por W.H. Freeman.