
Esta es una de las obras más destacadas del New Queer Cinema, un movimiento surgido en el cine independiente estadounidense a comienzos de la década del ’90, que se caracteriza por su aproximación a la cultura queer. Este pretende ser un cine revulsivo frente a las películas que buscan dar imágenes positivas de la homosexualidad. Estos cineastas se destacan por el carácter radical de sus películas y por su manera de tratar las identidades sexuales, que desafían tanto el statu quo heterosexual, como la promoción de imágenes positivas de la homosexualidad que reivindica el movimiento LGBT.
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El film comienza con Tony Ward (modelo fetiche de los videos de Madonna) flotando boca abajo en un jacuzzi. Se escucha su voz en off, iniciando el flashback que da cuerpo a la película. Por supuesto, la ironía de LaBruce se destaca desde el comienzo, el mismo interpreta a un antropólogo, Jürgen Anger. El film incluye tratamientos paródicos de El ocaso de una estrella (Billy Wilder, 1950), y de ¿Qué paso con Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962), entremezclándolos con la cultura punk. En oposición a lo refinado que busca presentar la cultura gay post-Stonewall, la obra de LaBruce rechaza la imagen aceptable de la sub-cultura enlazada a la estigmatización. La interrelación de lo punk, lo skin y lo queer, deconstruyen los parámetros a partir de los que la cultura construye identidades. Al lema punk de “no hay futuro”, Bruce LaBruce responde “el futuro es el porno”.
La presentación de esta película despertó gran interés atrayendo una nutrida audiencia que, en su mayoría, no conocía este tipo de Films. La sesión posterior a la proyección se prolongó por más de dos horas durante las que Néstor Granda y Osvaldo Sabino ofrecieron todo tipo de explicaciones a las preguntas que la película había suscitado entre el público asistente.