(Material para discusión en grupos de reflexión).
RAFAEL FREDA: No comparto lo expresado en este artículo en muchísimos aspectos, sobre todo en la posible proximidad de que alguien desarrollase terapias de reconversión de la sexualidad de alta tecnología. Ni siquiera creo que se puedan desarrollar tales terapias. Este artículo no se pregunta en qué contexto político o evolutivo estamos, y parte de la implícita presunción de que lo que pasa en Estados Unidos se puede extender al universo. Toca sin embargo el miedo más profundo de los gays y los progresistas, que la ciencia pueda intervenir en su sexualidad: en estos casos siempre se traen a colación los nazis. Como dijo el secretario de SIGLA, “el Instituto Karolinska no son las SA”, pero parece que para los medios académicos (sobre todo la UBA) este razonamiento lógico no existe. La pregunta real es: ¿Alcanza la democracia como defensa contra la homofobia, o es mejor la ignorancia?
What if you could change being gay?
ARTICLE in NEWSWEEK · APRIL 2015
Fuente: https://www.researchgate.net/publication/285590925
Traducción de Rafael Freda.
¿Qué Pasa si pudieras Dejar de Ser Gay?
Por ANDREW VIERRA y BRIAN D. EARP
Andrew Vierra es un alumno graduado de neurofilosofía en la Georgia State University y Brian D Earp es investigador asociado en ciencia y ética en la University of Oxford. Este artículo apareció primero en The Conversation.
Después de la muerte de Leelah Alcorn, una adolescente transgénero que se suicidó después de ser forzada a recibir “terapia de conversión,” el presidente Barack Obama pidió una prohibición de alcance nacional contra la sicoterapia dirigida a cambiar la orientación sexual o la identidad de género.
La administración argumentó que como la terapia de conversión causa daño sicológico sustancial a menores, no es ni médicamente ni éticamente apropiada.
Estamos plenamente de acuerdo con el presidente y creemos que es un paso en la dirección correcta. Por supuesto, además de no ser seguro y de ser éticamente incorrecto, en la realidad los abordajes actuales de terapia de conversión no son eficaces para hacer lo que dicen hacer: cambiar la oprientación sexual.
También nos preocupa que ésta pueda ser una solución legislativa de corto plazo a lo que realmente es un problema conceptual.
La pregunta que deberíamos estar haciendo es “si es que llegan a poder hacerlo, ¿qué ocurrirá cuando los científicos terminen desarrollando tecnologías seguras y eficaces que puedan alterar la orientación sexual?”
Basándonos en la investigación científica actual, no es improbable que los investigadores médicos —en un futuro no muy distante— sepan lo suficiente sobre factores genéticos, epigenéticos, neuroquímicos y otros de nivel cerebral que estén involucrados en dar forma a la orientación sexual, de modo que estas variables podrían de hecho ser modificadas con éxito.
Y aquí está el punto importante. Si estas neurointervenciones son desarrolladas, tendrán serias implicaciones para un movimiento de derechos gays que están en gran medida centrado sobre una respuesta “nacimos así” a la discriminación, y la idea de que la orientación sexual no es algo que se pueda elegir.
En qué punto está la ciencia
Con sus colegas de la Oxford University Julian Savulescu y Anders Sandberg, uno de nosotros —Brian Earp— propuso dividir las potenciales neurointervenciones sobre la orientación sexual en dos categorías.
Por un lado, hay tecnología actuales y emergentes que podrían disminuir (pero no necesariamente reorientar) el amor y deseo por el mismo sexo. Actuarían interfiriendo con los sistemas de nivel cerebral invulocrados en la lujuria, la atracción y el apego y que han evolucionado entre los mamíferos incluyendo los humanos. Podrían ser llamadas “biotecnologías antiamor.”
Hoy la mayoría de las tecnologías “antiamor” funcionan regulando niveles de testosterona. Algunos toman directamente a la testosterona como blanco, como las drogas antiandrógenas que a veces se administran a ofensores sexuales como condición para la libertad bajo palabras, en tanto que otra funcionan más indirectamente.
Por ejemplo, una clase de drogas conocidas como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina [selective serotonin reuptake inhibitors] (SSRIs), típicamente usadas como antidepresivos, pueden tener el efecto colateral de una libido disminuida. Perturbadoramente, hay informes que llegan de Israel sobre grupos judíos ultrarreligiosos que prescriben SSRIs a alumnos de yeshiva students — no para tratar la depresión, sino para aprovechar el “efecto colateral” de una reducción del impulso sexual. El punto de estos casos es mellar químicamente cualquier deseo del mismo sexo o incluso la necesidad de masturbarse.
Sin embargo, los efectos de estas drogas son globales. Esto es, tienen el efecto de disminuir toda la libido del individuo, sea que uno tenga deseos homoeróticos o de otro tipo, y no de bloquear la atracción a una persona o grupo específico basándose en su apariencia exterior basada en el sexo.
Por otra parte, entonces, están lo que puede ser llamado “terapias de conversión de alta tecnología”. Son intervenciones que podrían cambiar la orientación de una persona de la atracción predominante hacia el mismo sexo a la atracción predominante hacia el otro sexo… o, a decir verdad, también lo contrario.
Si bien este tipo de tecnologías no están disponibles actualmente, basándonos en la trayectoria de la investigación científica, uno de nosotros argumentó que “no hay una buena razón para pensar que esta conversión no pueda estar disponible algún día”.
El resultado es éste: Toda la conducta animal (incluyendo la conducta humana) es al menos reducible a estados cerebrales. Entonces se vuelve un asunto de averiguar qué manipulaciones específicas basadas en el cerebro darían resultado para alterar los impulsos y capacidades de orden superior que gobiernan nuestra orientación sexual.
Sabemos que las hormonas y la genética juegan un gran rol en la determinación de los deseos sexuales. En 1991, Bailey y Pillard descubrieron que el 52 % de los gemelos idénticos varones, comparados con el 22% de los mellizos varones no idénticos, tenían las mismas orientaciones no heterosexuales.
Los estudios hormonales han encontrado que en muchos rasgos que difieren entre los sexos, los varones gays comparten características similares con las mujeres heterosexuales; incluyendo la razón de longitud de dedo índice a dedo anular y ciertos aspectos de la estructura ósea. Éstas son las características que parecen estar influidas por la exposición en el útero a los andrógenos y otros aspectos del ambiente amniótico.
Por supuesto, no es un pequeño paso lo que va de aprender de cómo los genes y las exposiciones prenatales afectan el desarrollo de los deseos sexuales posteriores de un feto, a determinar cómo podemos manipular esos deseos en adolescentes y adultos. Pero como han señalado los eruditos en ética Decamp y Buchanan, es importante “explorar una gama de temas posibles, algunos de los cuales pueden no presentarse, y no ser superados por los eventos a causa de nuestro fallo en pensar con anticipación.”
Entonces, ¿qué nos dice el pensar con anticipación sobre la terapia de conversión de alta tecnología?
Para expresarlo con simpleza, cuanto más aprendamos sobre los procesos biológicos que subyacen en la orientación sexual, más probable es que alguien descubra cómo influir directamente en esos procesos.
¿No puedo cambiar ni aunque lo intente?
El advenimiento de la terapia de conversión de alta tecnología sería desastroso para el movimiento de derechos gays “nací así”.
Este movimiento usa una variedad de evidencia, como los estudios de gemelos mencionados más arriba, así como la infeciacia de los campos de conversión cristianos, para argumentar que ser gay es biológico y –por lo tanto- inmutable. Si uno nace gay, dice este argumento, no se puede cambiar este hecho más de lo que podría cambiarse la altura o el color de piel con que se nace.
Esta es una idea que ha sido expresada de un modo conmovedor en el coro de una reciente canción pop de Macklemore y Ryan Lewis. Como dice el cantante, “No puedo cambiar ni aunque lo intentara, ni aunque quisiera.”
Esto se ha transformado en un eje organizador en la lucha por derechos gays. “Como no puedo cambiar quién soy,” muchas personas gays han argumentado, “no es justo discriminar contra mí.”
En este tipo de visión, la orientación sexual es una característica inmutable como la raza: una categoría altamente protegida. Sin embargo, si las biotecnologías del futuro en realidad permiten que las personas cambien sus orientaciones sexuales, entonces el movimiento de derechos gays perdería uno de sus argumentos centrales.
Así que parece que se necesitan mejores argumentos, que no dependan del estado tecnológico del momento. ¡Es claro que no querríamos decir que si se pudiera cambiar la orientación sexual estaría bien discriminar contra las personas que se identifican como gays!
Hay dos grandes caminos de respuesta que vale la pena considerar. Primero, podemos desarrollar –y hacer cumplir- estrictas medidas legales para prevenir el (futuro) uso de terapias de conversión de alta tecnología en niños y otros menores. Como argumentó uno de nosotros, “cuando se trata de proteger niños y niñas vulnerables del mal uso de tecnologías de alteración del amor o la sexualidad, el fuerte brazo de la ley puede hacer mucho” para reducir el potencial de daño.
Segundo, podríamos escudriñar más de cerca nuestros conceptos sobre lo que significa en primer lugar ser gay, y preguntarnos si “nací así” es realmente necesario para defendernos contra la discriminación.
Mutabilidad y discriminación
En una entrevista de mal renombre grabada más temprano este año, a Ben Carson, un médico republicano (y posiblemente candidato presidencial del 2016), le preguntaron si creía que ser gay es una elección. Respondió “Totalmente”, con la implicación de que esto podría ser una razón para no extender los derechos de matrimonio a las parejas homosexuales.
Los comentaristas progresistas se sintieron insultados.En una típica línea de respuesta, la emprendieron con la afirmación empírica de Carson: ser gay no es una elección, insistían, señalando a menudo estudios que parecían mostrar una base biológica de la orientación sexual.
Pero hay al menos dos problemas con este tipo de reacción. Primero, mezcla “ser gay” que es una cuestión de cómo se autoidentifica uno, y por lo tanto algo sobre lo que los individuos tienen algún grado de elección) con “tener una orientación sexual hacia el mismo sexo” (en otras palabras, estar predominantemente o exclusivamente atraído a miembros del mismo sexo), con la diferencia de que lo último está -actualmente- en gran medida fuera del propio control.
¿Pero por qué debería uno pensar que la sexualidad de una persona tiene que ser inmutable en primer lugar para servir como base de derechos iguales? El activista y autor Dan Savage ha señalado los fallos de esta línea de pensamiento:
“Los conservadores religiosos tocan timbres” –escribe- “distribuyen panfletos, hacen proselitismo y evangelizan por todo el país en un esfuerzo por conseguir que la gente ¿haga qué? Cambiar sus religiones. Elegir una fe diferente.” En otras palabras: La fe –la creencia religiosa– no es una característica inmutable. Se puede cambiar de fe. Y sin embargo la creencia religiosa está protegida por leyes de derechos civiles y normativas antidiscriminatorias…. La única vez que se escucha que un rasgo tiene que ser inmutable para estar calificado y poder recibir protección para derechos civiles es cuando los conservadores hablan de ser gay”.
Elección e igualdad
Savage tiene razón: si es injusto discriminar a la gente a causa de sus creencias religiosas que, si bien no son necesariamente inmutables, son con certeza centrales para el sentido del yo de muchas personas, así como para el modo en que se involucran en el mundo, entonces también es injusto discriminar contra las personas a causa de más íntimos deseos y su orientación (sea que se descubra que son inmutables o no lo sean).
La lección de esto es que “elección” no es el tema. Si eres gay, hétewro, bisexual, o si rechazas totalmente esos rótulos simplistas, deberías tener la libertad de formar relaciones consensuales con quienquiera que quisieras.
Y mientras el estado esté implicado en la regulación del matrimonio, no debería permitírsele que niegue a sus ciudadanos igual tratamiento ante la ley, sea cual fuere su orientación.