Texto e ilustraciones provenientes de HOMOSEXUALITY IN GREECE AND ROME, A Sourcebook of Basic Documents, Edited by THOMAS K. HUBBARD. UNIVERSITY OF CALIFORNIA PRESS, 2003, páginas 16 y 17.

Traducción de Rafael Freda

 

Lesbianismo

La vasta mayoría de los documentos de la antigüedad fueron escritos por hombres, y en la medida en que tenemos evidencia sobre la sexualidad de la mujer, generalmente está filtrada por prejuicios de varón. Nuestro conocimiento de las prácticas homoeróticas de las mujeres por lo tanto es menos satisfactorio de lo que pudiéramos desear, ya que éstas por definición se producían en contextos de los que estaban excluidos los hombres. Alguna de nuestra evidencia más temprana viene de la poesía de fines del siglo VII de Safo (1.5 –27), la que en verdad expresa un punto de vista genuinamente de mujer. El contexto social de su involucramiento con lo que parecen ser muchachas jóvenes está debatido, sin embargo, y varios estudiosos reconstruyen ambientes iniciáticos, educacionales o simposiásticos; la Primera Canción de las Doncellas (1.4) de Alcmán puede proveer un paralelo contemporáneo del emparejamiento homoerótico de mujeres como ritual iniciático, pero también este texto es ardorosamente debatido. Anacreonte (1.31) y posiblemente Arquíloco (1.3) muestran conocimiento de que las “lesbianas” son una clase especial de mujeres. Plutarco (2.13) nos dice que la pederastia entre mujeres se practicaba en Esparta paralelamente a la pederastia de varones. Los autores griegos que creen en alguna forma de la determinación genética de la identidad sexual, tales como Hipócrates (5.15) o Aristófanes en el Symposium [Banquete] (5.7.189 – 93) de Platón, incluyen claramente mujeres viriles o lesbianas [en el original: mannish or lesbian] así como hombres afeminados u homosexuales; esta idea puede retrotraerse a Parménides a principios del siglo V (10.5.134 –35).

Como puede esperarse, la evidencia iconográfica del homoeroticismo de la mujer es limitada, pero existe y parte de ella es bastante temprana. Una fuente del siglo VII de la isla de Tera (fig. 3), de donde sabemos que se practicaba en el mismo período la pederastia de varones (véase 2.22), muestra a dos mujeres con coronas, una tocando el mentón de la otra en el gesto de cortejo frecuentemente atestiguado en las vasijas arcaicas de cortejo de varones (véanse figs. 4b, 6, 7, 10a; para las coronas, véanse figs. 7, 11, 24a).En uno de los pyxis de figuras negras sobre el que hemos discurrido antes, que ilustra en tres paneles separados las tres formas de apareamiento genérico erotizado, las dos mujeres (fig. 4a) se envuelven juntas en un gran tapiz o cobertor, como para desplegar juntas un producto que caracteriza la principal actividad económico / doméstica de la mujer: el tejido. Otra escena de intimidad de mujeres es la pintada en figura 13, que algunos han interpretado como una mujer que masturba a otra, pero que otros han interpretado como depilado o perfumado de los genitales de la mujer; el frasco que la mujer de pie sostiene puede o bien ser una copa de vino o un contenedor de perfume. Incluso en este último escenario la escena sigue siendo de intimidad erotizada de mujeres. La figura 9 muestra a dos mujeres que se abrazan y ofrecen una liebre a Dionisio, lo que sugiere que la liberación de inhibiciones ofrecida por la celebración de los misterios báquicos y los demás rituales únicamente de mujeres pueden haber sido un contexto para el homoerotismo de la mujer. En todas estas escenas, las mujeres parecen ser iguales en edad y estatura. Con la posible excepción de la figura 3, no se enfatiza el intercambio de regalos, y con la posible excepción de la figura 13, la dimensión sexual de su relación esta mínimamente expresada y es implícita.

En el período helenístico, Herondas, un escritor de mimos satíricos, sugiere que la poetisa Nossis puede haber tenido la necesidad particular de un dildo (6.20). Aunque la poesía de Nossis no es explícitamente homoerótico, sí exhibe una aguda apreciación de la belleza de la mujer, y declara que Safo es su modelo (6.16 –19). Del Egipto grecorromano de los siglos II a III DC tenemos dos hechizos mágicos (10.34, 10.36) que intentan vincular una mujer a otra, lo que confirma que estas relaciones se producían en la realidad y podían ser muy intensas y apasionadas. Los autores varones del período helenístico (6.1) a través de los perídos romanos (9.2, 9.11, 9.18, 9.26 –27, 10.5.132 – 33, 10.9, 10.37.28) en su mayor parte adoptan una visión extremadamente hostil del homoerotismo de la mujer como la peor perversión del orden natural. La historia de Ifis e Iante contada por Ovidio (8.21) trata con simpatía la atracción de una chica hacia otra chica, pero niega la posibilidad de una verdadera relación lésbica al transformar al final a una de las chicas en un muchacho.

Figura 3. Una mujer corteja a otra con coronas. Fuente proveniente de Tira (siglo VII A.C.)

 

4a. Dos mujeres envueltas juntas en un manto. Pyxis de figuras negras (ca. 550 A.C.)


Abajo, el otro lado de Fig. 4a: dos pares de varones jóvenes en coito intercrural: otro joven está siendo cortejado



Dos Ménades abrazadas presentan una ofrenda a Dionisio. Ánfora de figuras negras proveniente de Amasis (ca. 530 A.C.).