Por Rafael Freda
Lamentablemente, la diva Susana Giménez sigue demostrando poseer una moralidad propia de la década del cuarenta, no del siglo XXI. Así como en su momento le preguntó a una mujer qué le hacía a su golpeador para que la golpeara, ahora elogió a Matías Alé por ser mujeriego, ya que "sería peor que le gustaran los hombres".
Ser mujeriego, para un heterosexual o para una lesbiana, implica escapar del compromiso de tener una pareja estable. Probablemente significaría también fomentar el adulterio, ya que generalmente los mujeriegos no se fijan demasiado en el estatus civil de las mujeres que desean. Seguramente significaría exaltar la mentira y el engaño, que son necesarios para convencer a una mujer a que ceda a los deseos del mujeriego (o mujeriega), sin decirle que lo que seguirá será el abandono.
En resumen, Susana Giménez ha considerado que una propensión a actuar de modo inmoral, como ciertamente es la condición del mujeriego, es mejor que la condición del homosexual.
Susana Giménez está afrentando la memoria de su amigo muerto, el peluquero por el que deseó la implantación de la pena capital en el país; está considerando que la homosexualidad es una inmoralidad no redimida por el machismo. Ella considera que hay dos niveles de inmoralidad, y el más bajo e inferior es el que ocupan los homosexuales (y suponemos que las homosexuales y trans también).
La diva, a pesar de su brillante carrera en el espectáculo y entretenimiento argentinos, merece un fuerte repudio de toda la comunidad gltb por sus dichos, y también de todos los argentinos y argentinas que, sin ser homosexuales, se nieguen a despreciar a los y las homosexuales y considerar que su condición es un nivel inferior de inmoralidad.