El Ministerio de Salud de la Nación dice que en Argentina hay dos subepidemias: una de gays de clase media y otra heterosexual de clase baja. Nuestra hipótesis es que hay tres: una de gays de clase media, otra de homosexuales de clase baja, y una tercera en las mujeres de clase baja casada con esos homosexuales que, por ser de clase baja, ven como una obligación cultural casarse.
Entre la epidemia de clase media, educada y blanca, y la epidemia de clase baja sospechamos que hay poco contacto, o la transmisión HSH tendría muchas más víctimas que las que tiene, porque vivimos en un país machista donde la relación penetrativa entre varones es una práctica de extensión desconocida.
La clase humilde y la clase media argentina se diferencian por niveles socioeconómicos primero, y después por el color de su piel; en los Estados Unidos, la diferencia racial entre negros y blancos equivale a grandes rasgos a la diferencia entre pobres y ricos. Y en el siguiente artículo se muestra la notable incomunicación que hay entre negros y otras razas en las redes sexuales de San Francisco.
En los negros norteamericanos la epidemia de VIH está avanzando mucho más velozmente que en otros subgrupos poblacionales. Creemos que esto es lo que puede suceder con los homosexuales de nuestra clase humilde, una vez que el virus haga su camino desde la Universidad a la clase baja de primera completa o incompleta, donde a nuestro parecer todavía no se ha difundido en gran medida.
RF
Proto, revista biomédica del Massachusetts General Hospital, Invierno 2009 // protomag.com
¿Qué probabilidades hay… de que usted nunca necesite drogas para mantener a raya a su VIH? ¿De que vivirá más de lo predicho la primera vez por su médico? ¿Y la segunda vez, y la tercera? ¿De que en usted exista una clave vital para prevenir, incluso para curar, el SIDA?
Un 10% de infectados en cualquier subpoblación equivale a una emergencia sanitaria. La única razón para no declararla es que gays, trans y otros HSH son la población con peor imagen pública y de prensa de todas, y que hay sectores (la Iglesia Católica y sus sectores civiles controlados) que se resisten a la medida, con mucha más eficacia en Educación que en Salud.
A veces atendemos personas frenéticas de miedo por haber hecho sexo oral. Después de calmarlos, resulta difícil que entiendan que no podamos darles una respuesta terminante, que es lo quieren oir, en el sentido de que no se han infectado. Sabemos que las probabilidades están a favor de la no infección, por la experiencia y la investigación de los CDC de Atlanta, EEUU, que son cuidadosos con lo que afirman porque se los reconoce como autoridad mundial. Sin embargo, en nuestra opinión (y la de muchos expertos: cfr. Espejo Nro. 19: Deseo y Peligro, Sexo Oral, en esta misma página), donde los CDC dicen “el riesgo de transmisión de VIH es mucho más bajo que el de transmisión por sexo vaginal o anal”, debería decir “el riesgo de transmisión de VIH por sexo bucogenital (=sexo oral) es muchísimo más bajo que el de transmisión por sexo vaginal e incomparablemente más bajo que el de transmisión por sexo anal receptivo”.
Si no fuese así, la epidemia habría causado entre los HSH un número abrumador de víctimas. No tiene sentido sentir terror al reconocer “hice una felacio sin preservativo”, ni agotar a los pocos consejeros telefónicos entrenados con que cuenta la comunidad GLB para explicar esta realidad; cuando uno dice “el riesgo no es igual a cero”, de la otra punta de la línea viene una catarata de reclamos: “quiero hacerme un estudio ya, quiero profilaxis postexposición, ¿no existen antirretrovirales del día después?”
En otros artículos hablaremos de profilaxis pre y postexposición, pero ahora recordemos que quien hizo una felacio sin preservativo no corrió demasiado riesgo, pero decidió correrlo. Si es una persona proclive al pánico, debe mejorar su autocontrol y exigirle al otro y a sí mismo el uso del preservativo.
Traducción y copete: Rafael Freda
Este artículo es altamente técnico y de difícil lectura; lo ofrecemos porque da una buena explicación de cómo el VIH subtipo B se trasladó de África a Haití por 1966 (1962 a1970), donde se difundió antes de emigrar por 1969 (1966 a 1972) hacia el mundo. En Estados Unidos circuló inadvertido cerca de 12 años antes de ser reconocido en 1981.